“Porque la IA lo dice”
Geoffrey Acevedo González. Dirección de Ingeniería Mecatrónica.
Medellín, septiembre 24 de 2024.
Sobre cómo es un error asumir que las conclusiones de la IA son palabra de autoridad y sobre la ética en las redes sociales.
Es sospechosa toda afirmación categórica absoluta y también es un error caer en el determinismo y “solucionismo” tecnológico, por ejemplo, al hacer afirmaciones como: “la IA sustituirá todos los empleos”, “la IA resolverá todos nuestros problemas” o “X profesión desaparecerá o será infravalorada ”
Pero, es aún mayor muestra de desconocimiento y carencia de pensamiento crítico, dar crédito a titulares que usan la expresión: “porque lo dice la IA”, “Según la IA”. La realidad es que, en lugar de ser un criterio de autoridad intelectual, se trata de todo lo contrario, de un motivo para sospechar de la intención y de la veracidad de las afirmaciones que incluyen esta expresión.
Una inteligencia artificial es una herramienta que solo tienen la autoridad del análisis en función de los datos con los que es alimentada, su capacidad de cómputo y correcta programación y consulta. La realidad es increíblemente rica, variada, llena de matices, es decir, tremendamente compleja como para dar criterio de verdad a una afirmación que pretende ser absoluta, reduciendo el mundo, simplificando la realidad y todos sus matices.
Los resultados de la IA han de entenderse como un insumo más entre las fuentes de un análisis serio y profundo. De ser suficiente la IA, no existiría el temor por el denominado “colapso de modelos”, bien definido por Snoswell como el causado por un ciclo repetitivo de generación de datos de IA a partir del entrenamiento con un alto porcentaje de datos que contienen datos que ya fueron generados por IA, y que crecen en internet y en las redes. Este uso de la IA incluso ya viene reduciendo la interacción humana y, por lo tanto, también la utilidad de los resultados de la IA y aumentando los costos y tiempos de filtrar los datos de entrenamiento.
Consideremos sólo las afirmaciones temerarias e irresponsables sobre la futura desaparición de una profesión. Son irresponsables en cuanto a que influencian de manera negativa a una generación joven sobre la que las redes sociales han demostrado tener un gran poder y para la cual no estamos educando lo suficiente frente a cómo funcionan los algoritmos diseñados para capturar la atención. Estas afirmaciones son más irresponsables en la medida que coaccionan las decisiones y sueños de las futuras generaciones en una sociedad que como nunca requiere de profesionales en las disciplinas de las ciencias, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas.
Es aún más peligroso que medios de comunicación que se presumen como referente de calidad, se permitan hacer este tipo de publicaciones, y que incluso, usen como única fuente la consulta a la IA y los argumentos que esta esgrime, sin recurrir a la voz del profesional y sin presentar el debate. Al hacerlo así, tampoco se educa para promover el estudio de una profesión, ni se le da el valor a esta. Esto es aún más grave en el contexto de un mar de información en la que cualquiera puede hacer las veces de generador de contenido.
También hay responsabilidad de los medios en que se debe conocer que pocas personas pasan del titular, aunque luego se desarrolle el tema y se diluya el determinismo de la afirmación inicial (Clickbait). El medio de comunicación debe ser conocedor de que también cumple con el rol de ser formador, que construye sociedad y que en ello genera valor, por lo que la calidad debe ser el criterio y no el tráfico por la cantidad de artículos con títulos llamativos y número de reproducciones.
Frente a la comunicación que es dirigida a las nuevas generaciones, se ha de reconocer que la autonomía que da un celular no hace viable el leer acompañado de un adulto mayor; es necesario volver a compartir en grupos de debate (que incluyen la familia) para debatir los pensamientos que están rodando la cabeza, porque la verdad se construye es en la interacción con el otro, en la confrontación de las ideas y en la reflexión crítica. En las redes, personas sin una profesión, ofician como psicólogos, sociólogos, historiadores, antropólogos y hasta de médicos. Por esa razón, hay que educar en los peligros que esto representa.
También es necesario educar en el conocimiento de nuestra propia naturaleza, como lo menciona el neuropsicólogo Alvaro Bilbao. Es necesario aprender cómo nos influencia la dopamina y su relación con el uso de las redes sociales. Es necesario aprender como lo enseña el historiador Harari, de nuestra natural necesidad de conocer la última información como mecanismo de supervivencia, y de cómo este conocimiento es usado en redes y medios para capturar nuestra atención.
La conciencia de este problema también es oportunidad para el cambio, en cuanto nos invita a asumir la responsabilidad colectiva de enseñar que las redes sociales y otros servicios, están diseñados para capturar la atención que se apodera del bien más preciado, el tiempo, y de lo que ha demostrado ser la mayor fuente de felicidad humana: la interacción presencial con otros seres humanos.